7 de agosto de 2012

El compañero de vagón

Antes del quince de abril de ese año, ella colocaba su alarma y con los minutos contados se remojaba la piel, se recogía el pelo, se pintaba la boca, bebía sorbos de café y solo en caso de que las sábanas se lo hubiesen permitido. Luego de aquel día ella transformada y con la mirada bien en alto, se ponía nerviosa a las 9.05 de la mañana y miraba los igníferos ojos de su ausente compañero de vagón, cada jueves suspiraba por él, un misterioso desconocido.

No sueño!

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