Ese día fui a trabajar como antes, atendiendo alumnos, llamando a GA y como es proceso de matrículas viendo a mi amigui PSA. Fui al baño y noté la diferencia de mis zapatillas, estaban cambiadas. Una era blanca de rosado y otra gris azulado.
Iba en la micro con dos pequeños y les comentaba con gracia.
- ¿Quieren saber algo?
- Vine con las zapatillas cambiadas.
Me miraban y no se sorprendían, se bajan en la próxima parada sin decirme ni una sola palabra.
Yo iba cansada con una mochila tipo camping enorme y rendida me tiro en el asiento a esperar mi turno para bajar. Tomo precaución de no golpear con mi mochila a la señora que iba frente a mí, de melena y con un huevo en la nuca ella se lo tocaba y aseguraba de que estuviera bien.
Llegué a mi casa y me convencía de que mis zapatillas azuladas eran poco llamativas, así que les sacaba el tejido del cual estaban hechas y quedaban solo con un azul tipo jeans al muy estilo converse.
Ambas mujeres en una habitación daban a luz, rivales, con odio a muerte. Nadie venia a ayudarlas, los bebes ensangrentados lloraban y se desgarraban. Yo simplemente era espectador de la escena como una lucha libre de recién nacidos viscosos y chorreantes de sangre, no podía evitar sentir nauseas.
Las mujeres peleaban por el simple hecho de estar tranquilas, cualquier movimiento anunciaba el intento de asesinato de sus bebes y de ellas mismas. Yo estaba nerviosa, no quería ver algo así. Golpes en contra era algo normal, los bebes iban y venían, volaban y caían salpicando su vida y llorando sus almas.
Una de ellas se queda tiernamente dormida con su bebe en brazos, la otra no pierde oportunidad lo toma y trata de ahorcar. Matar a un recién nacido envuelto en sangre sería cosa de segundos, pensé que no era una batalla limpia, los bebes son intocables. Fuimos al baño puso a su criatura bajo el agua y ella comenzó a decir.
Padre nuestro que estas en los cielos…
Mis ganas de vomitar cada vez eran más grandes y fue eso mismo lo que me hizo despertar.
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