16 de octubre de 2010

¿ ?

Cuando llegué a su casa me sentí como perro en corral ajeno. Era una bonita casa, era a un lugar al cual no estaba acostumbrada, otra gente, otros ojos, etc. Él era muy amable, me ofreció algo para tomar y conversamos gran parte del día mientras sus amigos se divertían a un lado de nosotros.
Me sentía bien de un punto a esta parte, sentía que había cierta conexión entre nosotros y que él prestaba todo su interés en mí en vez de sus amigos, eso lo hacía especial; no le importaba lo que pensaran sus amigos. Yo no sé por qué realmente terminamos involucrándonos, no sé cómo pasó pero me gustaba estar ahí.
Cuando menciona que llegarían dos de sus “amigas” mi cara cambió de forma y color, no sé en qué momento las compañías femeninas se volvieron un estorbo para mí.
Una de ellas era de piel trigueña, tenía el pelo castaño con visos dorados, era agradable a la vista pero tosca para el sentido del gusto. Era coqueta por inercia o probablemente por inercia coqueteaba con él y él no se inmutaba al respecto. Me desesperaba un poco o quizá yo la desesperaba a ella. No soportó la idea de que él tenía su atención puesta en mi y claro ¿quién era yo? Una infiltrada en su círculo social. El nuevo embeleco del señor que desea probar un sabor medianamente distinto.
Yo ya me estaba entregando a su encanto, estaba cayendo tan fácilmente a sus tentadores ojos, sus palabras envolventes y su magia, sin duda era su magia de vivir y pensar de otro modo las cosas, quizá un poco como yo, era un poco de mi.
Cuando nos besamos fue un beso distinto, sobre todo porque mientras estaba en eso escuchaba a lo lejos las felicitaciones de sus amigos de que “le había resultado” que era un “winner” que “se la podía con todas” que caí redonda, “buena papá” y todos los esbozos de felicitaciones y burlas que puede recibir un hombre cuando ha conquistado a una mujer fácilmente y de la manera más cruel; una apuesta.
Sus amigos y él, habían apostado que no podría conquistarme, que yo no iba a caer con él puesto que yo no caía con hombre alguno o con persona alguna mas bien y sin saber que estaba yo en medio del juego; por esa única vez si caí y no era cierto.
La víbora reía como parte de un espectáculo. Así me sentía yo, en medio de una función donde todos morían a carcajadas y me apuntaban con el dedo, donde realmente esto no estaba pasando pero la sensación fue tan similar. Sentía esperar una explicación del hombre en cuestión que tenía en frente que me observaba y no decía nada al respecto, permanecía callado y mirándome con cara de culpa y sin saber que decir, era un idiota como todos.
Tomé mi humanidad que estaba en el subsuelo, junté los pedazos de alma que estaban repartidos con una goma de mascar que tenía entre los dientes y salí de su casa sin ni siquiera conocer la salida.
Y no sé cómo ni por qué pero yo volví a él, estaba nuevamente entregándome a sus encantos, obnubilada con sus explicaciones de que estaba arrepentido y participando en un juego de sudor que me excitaba, me estaba deshaciendo sobre él.

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