Por ese estrés de conseguir todos los días de la semana la última
combinación en Metro Tobalaba, no es casualidad que me vea ahí, con H y M.
Con una pereza de moverme, sentada en una butaca del metro cada
movimiento se me hacía más torpe de lo normal. El inclinarme, despedirme, esbozar
un adiós y caminar hacia la puerta se me hizo tan imposible que me quedé, no solo
me quedé con ellas sino que me quedé en el vagón, fuera de casa, sin metro y
sin combinación.
Sin hacer mayor problema de lo que sucedió, me bajé en la estación
siguiente y continuando con la tradición de que los sueños hacen lo que quieren
con la realidad, la estación siguiente no llevaba el mismo nombre que la real
estación continua a la de donde siempre me bajo.
H y yo, salíamos juntas. Tropezando con la hora del cierre de estación,
la noche se me hacía más sombría de lo normal, las rejas eran enormes o yo
realmente era muy pequeña. Tenía que correr porque el cierre automático de las
puertas nos estaba dejando atrapadas y no estaba entre mis panoramas dormir en
las dependencias del metro. Que
simpáticos son los sueños, siempre suceden cosas tan locas que jamás pasarían en
la vida real.
-
Me tengo que ir en taxi.
-
Si, sígueme.
Como nunca, la seguí y lo reconozco el lugar daba miedo, estaba oscuro y
no había más personas que nosotras. En teoría y una teoría bastante errada e
ilógica, yo vivía cerca de H, pero cada vez que avanzábamos me alejaba aun mas
de donde yo vivía y jamás había sido tan influenciable como en esa ocasión,
donde prácticamente la seguía a ojos cerrados.
El camino a su casa, se componía de trasladarse en bote desde una
caleta, yo pensé ¿cómo se supone que va a vivir cerca mío si nos estamos
trasladando en bote? ¿Vive en una isla? ¿Por qué demonios le hice caso?
Ya estaba ahí, me subí y recordé que mi padre debía estar esperándome a
la salida del metro… ¡No! Tengo que avisarle y lo hice, pero aun así era algo
que no me dejaba tranquila.
Nos subimos y en ese instante algo pasó, no sé qué, pero tenía que
saltar, saltar en el mar para llegar a destino, saltar y saltar cuando uno de
los ayudantes del bote, me dice “tus zapatos, no ayudan”. ¿No me digas? Me
dieron ganas de decirle con mi sentir más irónico.
Nuestro destino, fue un Hospital. Realmente o mi mente estaba muy
cansada o estaba procesando muchos días en uno, porque mezclar tantas cosas en
un solo sueño, no es sano. Una mujer que estaba a mi lado, tenía un ramillete
de cabros chicos que lo único que
hacían era revolotear por todas partes ¿agotador? Si.
H ya no estaba, en ninguna parte, me encontraba sola a las tantas de la madrugada "Que raro" en Alameda, exactamente sector Santa Lucia, la diferencia, es que no
sabía donde tomar locomoción es mas creo que no había, mi mente seguía pensando
en mi padre y los vendedores ambulantes florecían por el lugar y todo era caótico,
era una revuelta de gente, actitudes y preocupaciones que solo me estaban
confundiendo más de la cuenta. ¡Que estrés!
Los dilemas se estaban resolviendo, estaba convergiendo mis ideas para
solucionar el tema de volver a casa, (Que irónico, si se parece a El Gran Mago de
Oz, como si fuera mi película infantil favorita), pero algo me faltaba,
por supuesto que algo me faltaba, mi cartera y mi ropa ya no estaba.
Caminaba por las calles de Santiago, solitaria, sin dinero, semidesnuda,
con los sentidos alertas y sin encontrar el camino a casa.
¡Qué raro!
ResponderEliminarFlaquita, ya dejaste esta cuestión botada, escribe el sueño que me contaste el otro día...
ResponderEliminarCuidate flaquita linda
SS