26 de abril de 2012

No hay lugar como el hogar...


Por ese estrés de conseguir todos los días de la semana la última combinación en Metro Tobalaba, no es casualidad que me vea ahí, con H y M.
Con una pereza de moverme, sentada en una butaca del metro cada movimiento se me hacía más torpe de lo normal. El inclinarme, despedirme, esbozar un adiós y caminar hacia la puerta se me hizo tan imposible que me quedé, no solo me quedé con ellas sino que me quedé en el vagón, fuera de casa, sin metro y sin combinación.
Sin hacer mayor problema de lo que sucedió, me bajé en la estación siguiente y continuando con la tradición de que los sueños hacen lo que quieren con la realidad, la estación siguiente no llevaba el mismo nombre que la real estación continua a la de donde siempre me bajo.
H y yo, salíamos juntas. Tropezando con la hora del cierre de estación, la noche se me hacía más sombría de lo normal, las rejas eran enormes o yo realmente era muy pequeña. Tenía que correr porque el cierre automático de las puertas nos estaba dejando atrapadas y no estaba entre mis panoramas dormir en las dependencias del metro. Que simpáticos son los sueños, siempre suceden cosas tan locas que jamás pasarían en la vida real.

-          Me  tengo que ir en taxi.
-          Si, sígueme.

Como nunca, la seguí y lo reconozco el lugar daba miedo, estaba oscuro y no había más personas que nosotras. En teoría y una teoría bastante errada e ilógica, yo vivía cerca de H, pero cada vez que avanzábamos me alejaba aun mas de donde yo vivía y jamás había sido tan influenciable como en esa ocasión, donde prácticamente la seguía a ojos cerrados.
El camino a su casa, se componía de trasladarse en bote desde una caleta, yo pensé ¿cómo se supone que va a vivir cerca mío si nos estamos trasladando en bote? ¿Vive en una isla? ¿Por qué demonios le hice caso?
Ya estaba ahí, me subí y recordé que mi padre debía estar esperándome a la salida del metro… ¡No! Tengo que avisarle y lo hice, pero aun así era algo que no me dejaba tranquila.
Nos subimos y en ese instante algo pasó, no sé qué, pero tenía que saltar, saltar en el mar para llegar a destino, saltar y saltar cuando uno de los ayudantes del bote, me dice “tus zapatos, no ayudan”. ¿No me digas? Me dieron ganas de decirle con mi sentir más irónico.

Nuestro destino, fue un Hospital. Realmente o mi mente estaba muy cansada o estaba procesando muchos días en uno, porque mezclar tantas cosas en un solo sueño, no es sano. Una mujer que estaba a mi lado, tenía un ramillete de cabros chicos que lo único que hacían era revolotear por todas partes ¿agotador? Si.

H ya no estaba, en ninguna parte, me encontraba sola a las tantas de la madrugada "Que raro" en Alameda, exactamente sector Santa Lucia, la diferencia, es que no sabía donde tomar locomoción es mas creo que no había, mi mente seguía pensando en mi padre y los vendedores ambulantes florecían por el lugar y todo era caótico, era una revuelta de gente, actitudes y preocupaciones que solo me estaban confundiendo más de la cuenta. ¡Que estrés!
Los dilemas se estaban resolviendo, estaba convergiendo mis ideas para solucionar el tema de volver a casa, (Que irónico, si se parece a El Gran Mago de Oz, como si fuera mi película infantil favorita), pero algo me faltaba, por supuesto que algo me faltaba, mi cartera y mi ropa ya no estaba.
Caminaba por las calles de Santiago, solitaria, sin dinero, semidesnuda, con los sentidos alertas y sin encontrar el camino a casa.

2 comentarios:

  1. Flaquita, ya dejaste esta cuestión botada, escribe el sueño que me contaste el otro día...

    Cuidate flaquita linda
    SS

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