10 de junio de 2012

Triste Casualidad


Yo iba camino no sé a dónde, con mis padres, por una avenida que era como Alameda pero enchulada, una común avenida de película yanqui, a lo Big Fish. En una esquina me detuve mientras ellos siguieron su camino, con las ganas de entrar a un bar, era una especie de picada típica de barrios ejecutivos, con la diferencia de que existía una amplia variedad de menús; asiáticos, árabes, mexicanos, chilenos, peruanos, etc.

Estaba ya en el umbral del lugar y dispuse un pie sobre el primer peldaño de la pequeña escalera en la entrada del local y te vi, tal cual te veo siempre, pero esta vez con una camiseta blanca, caminabas calmo, me hiciste un gesto con tu rostro y me sonríes con una sensación de “que falsa casualidad” y puedo jurar que si lo era, jamás he inventado un escenario, nunca he sido más ni menos de lo que realmente soy. Salí del lugar, con una suerte de rendición y me senté en la cuneta de la avenida, que como buena imitación yanqui, tenía prados bien cortados, muy verdes y el tránsito escaseaba.

En ese instante él llegó a saludarme, no sé si por educación o porque realmente quería hacerlo pero no llegó solo y fue en ese momento que todo empezó a derrumbarse. Te observé enamorado, se tomaban de las manos y se inventaban sutiles caricias, sus manos entraban en un juego de baile flamenco o de danza árabe, donde yo interpretaba mi papel más importante de actriz, demostrando felicidad de su amor, feliz de conocerla, feliz de resignarme.

No recuerdo de qué hablábamos, pero así estuvimos al menos unos veinte minutos, donde yo la observaba. Daniela se hacía llamar, alta y de piel muy blanca, pecas y pelo claro, con aires a yanqui. Simpática, cálida y amorosa, no tengo queja alguna de su reacción para conmigo y estoy segura que ella no puede decir lo contrario hacia mí.

1 comentario:

  1. y pensar que todo se resume en Sueños..-
    de eso estamos hechos nada más...
    me ha gustado Tú lugar..

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