Antes del quince de abril de ese año, ella colocaba su alarma y
con los minutos contados se remojaba la piel, se recogía el pelo, se pintaba la
boca, bebía sorbos de café y solo en caso de que las sábanas se lo hubiesen
permitido. Luego de aquel día ella transformada y con la mirada bien en alto,
se ponía nerviosa a las 9.05 de la mañana y miraba los igníferos ojos de su
ausente compañero de vagón, cada jueves suspiraba por él, un misterioso
desconocido.
No sueño!
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